I
Mi familia siempre compró días. Cuesta
comprender cuál era la moneda para esas transacciones, pero creo que ya lo he
entendido.
II
Selena siempre había sido capaz de soltar
cosas inesperadas mientras hacía actividades cotidianas. A los 9, recuerdo que
me dijo que una vecina había muerto en un accidente de autos mientras ambas
estábamos poniendo unos plantines en la tierra como podíamos. Nunca entendí por
qué con esas condiciones dejó Periodismo y estudió contabilidad. Luis, su novio
desde la secundaria, tampoco.
–Tengo que ir al médico mañana para
confirmar un par de cosas, pero ya es oficial. Y no pinta bien.
–¿Saben algo papá y mamá?
–...
Se regó las sandalias por accidente.
–Sí, pero no les dije nada de a qué nivel
está.
–¿Y Luis?
–Sabe todo. La verdad
Me quedé pensando en los muchos sentidos
de la palabra «verdad» entre nosotras. Ella debió reconocerlo, por eso dijo:
–Verdad verdadera, no como la «verdad» de
la tía Maruja– en relación a una legendaria tía abuela nuestra que, al irse a
vivir a Estados Unidos, no se resignó a pasar de ser «blanca», a ser «latina»
en las planillas de Inmigración. Y para ello, construyó su verdad espolvoreando
minuciosamente todo su cuerpo con una fina película de talco antes de hacer pie
en el control del aeropuerto del norte que la vio bajar y nunca volver.
¿Terminaríamos como esos parientes y sus
rayes?