Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Cruzando la frecencia modulada



Subo al tren y me siento. En algún lugar entre Avellaneda y Sarandí, sintonizo el siguiente programa de radio:

Se escuchan las últimas estrofas de «La razón que te demora». «Hay un destino que no tiene pruebas/ por eso esta historia/ ya habrá muerto…». Y allí, entre las capas de bajo y guitarra se cuela una voz de mujer. Suena a vecina,  o a abuela de algún amigo de la escuela. Esa voz canta, o más bien recita a su ritmo la letra: «♫La razón te demora. La razón que te demora, demoraaa♫». Su canto es el de la sirena, porque te hipnotiza. En este caso, hipnotiza  porque va a destiempo o elige hacer la suya.

Ella dice su nombre y un «Acá estoy, y esto es Conexión en la noche, por la 87.5». No alcancé a escuchar el nombre de la conductora por el ruido del tren. Creo que se llama Elda. Tiene voz de Elda. O de Alicia. 

Empalman entonces con «La balada del diablo y la muerte». La operación se repite, pero ahora en vez de respetar la letra, Elda la reformula en su recitado: «♫Ay el diablo, el diablo. Ay♫». Usa a La Renga como palimpsesto y escribe su propia canción sobre aquella. Elda es como una fanática que te va a un recital y a la salida se va a cuidar a su nieto. Y, además,  le canta una canción de cuna rockera.

Durante el transcurso del programa, creo haber descubierto la lógica que guía los comentarios de la conductora. Ella te canta una de Cerati lo mismo que una de Dante Spineta (cantando a su modo de cantar). Cuando alguna le interesa, la sigue y recita algún verso con el tono de quien declama un poema de Sor Juana Inés de la Cruz. Elda es como un alumno de esos que se sientan al fondo, que cuando escuchan un tema que le interesa, participa y comenta como todo un experto, pero que cuando se embola, simplemente habla por encima de uno sobre lo que se le antoje. Así, cuando Conexión en la noche le da lugar a una canción de Fabiana Cantilo, nuestra Elda repite «enfermedad» y luego se pone a contar que tiene que ir al médico y ahoga de este modo la voz de la cantante.

Vuelve a sonar Cerati. «Ella usó mi cabeza como un revolver». Elda discurre filosóficamente sobre la letra.  Interrumpe a Cerati, pero para comentar la letra con algo de exaltación y admiración. «Siempre es hoy», estribilla el cantante. «Siempre es hoy, porque el mañana nunca muere, nos dice esta letra», comenta la conductora. Luego remata la canción «Ay Cerati. Ese músico. Ese artista que supo cautivarnos» y  luego sentencia: «Cerati era popularidad y elegancia».

Vamos a un corte. La señal se vuelve confusa cerca de Bernal. En el vagón se mete un vendedor que te quiere encajar doce horas de música bailable y anda con dos parlantes repartiendo generosamente los acordes que no quiero escuchar.

Yo me pregunto: ¿Elda estará sola frente al micrófono? ¿Será una especie de mujer-orquesta que hace la locución, producción y técnica de su propio programa? «Les cuento que hoy estoy desde mi casa haciendo el programa» dirá más tarde.

Al volver del corte se pone filosófica de vuelta. «Cambia, todo cambia…. Como este programa» dice enganchándose con «Todo se transforma», de Drexler. Elda menciona que pasaron varios temas de Cerati al hilo porque el 22 de noviembre va a haber un homenaje al músico caído. Pasa a leer mensajes (no sé si de texto o en su Facebook). Un oyente habla de John Lennon. Dice que su asesinato fue parte de una conspiración. Elda desdeña la conspiranoia, pero dice que, efectivamente,  Lenon fue una figura peligrosa para muchos, para los que apoyaban y lucraban con las guerras.

Llegndo a Ezpeleta vuelven las distorsiones. No alcanzo a distinguir si Elda nos invitaba a escuchar una del Flaco o si dijo algo de un partido de Aldosivi. Momento, hay contagio de voces en la 87.5. Pasan los durmientes del tren marcando su ritmo y Elda vuelve a sonar clara. Comenta algo acerca de que su perro está enfermo. 

Llegado a Berazategui, la voz de Elda se disolvió en la de un locutor que despotricaba contra el arbitraje del reciente choque entre River vs. Estudiantes. Me quedará la intriga de saber qué hubiera filosofado aquella voz si hubiesen puesto un tema de Miranda.

sábado, 8 de noviembre de 2014

martes, 26 de agosto de 2014

Demasiado malvada para ser nombrada

Tengo una amiga y es mala. No, no es una mala amiga sino mala. Mala del tipo de villanas que se ríen con el alma (y que te hacen temblar el alma cuando se ríen).

No es del tipo de maldad que viene y te habla con muchos diminutivos. Tampoco del que arma circuitos ingeniosos para criticar al que no está presente. No, es diferente. No sabe planificar ni dar muchos rodeos con estas cosas. Sí merece ser catalogada de “bicha”, pero porque te impacta con sus verdades como una pared lanzada a velocidad de bólido contra uno.

Es mala. Mala de las maldades que se irradian. Ella vive en una ciudad al norte de la mía, y ya determiné que todo lo que cruza ese límite es la zona de influencia de mi amiga. Habría que colgar un cartel en la ruta hacia su reino que diga “Keep Out si no querés conocer las profundidades del verdadero abismo”. Creo que hasta los GPS llegarán a temerle con el tiempo. No hay geopolítica que contenga su bichez: no se la puede encerrar con el muro de un country. Es ambiciosa: si le inauguran un distrito propio, va a querer una provincia. Si le dan una provincia, no para hasta el continente. La verdadera malvadez no puede andarse con objetivos microscópicos (tampoco, por eso, con diminutivos). La malvadez rebalsa como río en crecida llegando a su delta.

Y cuando digo que no es mala amiga lo digo en serio. Cruza su reinado del terror para venir a los encuentros. A veces tengo la impresión de que, si literalmente fuera una hechicera (bruja es una palabra vulgar), dejaría su conciliábulo con caldero y todo para venirse volando a nuestro encuentro (en tren, nunca en escoba porque les tiene alergia, creo).

Me caga a pedos cuando me olvido las cosas: el fernet, el celular, la cordura (bah, me caga a pedos y punto). Si llevé budín a una juntada además del alcohol y no ve la botella, me dice que para qué le pregunto qué llevar si siempre hago lo que se me antoja.

Eso sí, su maldad es selectiva, y hasta podría decir que justa: va dirigida a quien quizá no la merezca pero se la busca. Creo. El otro día cruzamos una calle y una venerable señora tropezó en la vereda de enfrente, al bajar el cordón. Mi amiga no se ríe de la gente que se accidenta en la calle. Yo, que soy un básico para encontrarme con fuentes de risa, me descostillaba; ella dijo “Uy, poble mina” y cruzó la calle para asistirla.

Cuando hay un desconocido en los grupos, en las juntadas, le busca conversación y lo hace sinceramente. Si meses después esa misma persona cae en sus fauces, tendré que concluir que es porque se anotó unas cuantas en contra de nuestra chica.

Ayer me puse a calcular variables: ¿Dónde estaría la responsabilidad tanta irradiación maligna? ¿Serán responsables todas aquellas ingestas de café en épocas de rendir finales? ¿La respuesta a la maldad suprema estaría en la química de la cafeína desmedida? Y aún más preocupante: hoy me reí y me dijeron que me estaba mimetizando con sus carcajadas. ¿Será la respuesta una misteriosa epidemia? ¿Tendré una maldad de la que no me di cuenta? ¿Cuánto tardaré en comenzar a ingerir café y proferir tres invectivas antes de las 3 de la tarde? Lo de mandar a la mierda a la gente ya lo hago. Lo de pelearme una última pelea grosa con las novias que he tenido, también. Me resta empezar a decir que no llegaré a viejo porque me tiraré a las vías del Roca antes de que eso pase y creo que en ese momento se completará la metamorfosis. La risa que hace temblar los vidrios de ventanas y anteojos ajenos ya es un síntoma. ¿Será la risa lo único que me quede de ella cuando se vaya a conquistar otros continentes?

miércoles, 9 de abril de 2014

Sigue como si nada

Esa boca sigue encendida, como un motor que alguien olvidó apagar. Bla, ble, bli, blo y, cuando pienso que llega al blu, sigue.

Faltan 15.

La boca sigue en marcha, hablando sobre lugares que no conozco. Mescla Estambul con chasquidos de saliva. Bla, ble, capital, bioma, bli, que consigamos el mapa físico-político.

Faltan 10.

Ble, bli, que el martes que viene es el día D y que mejor estemos preparados. Puta madre, otra amenaza. Ya es la quinta en el día. La primera fue cuando me sonó el aviso de que me habían retwitteado y la boca se cabreó.

Ya faltan 5.

La boca sigue. ¿Cómo hace? El cuerpo al que está pegada ya está al borde de la jubilación, se le termina la nafta. ¿O esa boca será gasolera?

Ble, bli, blo y no llega al blu. Esa boca se salteó las clases sobre el alfabeto o es una sádica. Pero no de las que son sádicas porque chusmean sino de las que te retienen enredándote en su chamuyo.

Falta 1.

¿Cuánto le queda en el tanque? Si esa boca fuera un auto, le pincho las gomas para que no vuelva a andar por un rato. Aunque lo único punzante que tengo a mano es la Bic trazo fino. ¿Le quedará bien como piercing si se la clavo? La verdad que la Bic duele: dolió cuando Juan Cruz me la encajó en el hombro al pelotudear en una clase anterior con la boca.

No puedo dejar de mirarla. Creo que esa boca se da cuenta de que le tengo bronca y aprendió hipnotismo solo para hacérmela más difícil.

¡Ring!.

Puta madre. Ahora vuelvo a recordar que esa boca no sabe de timbres o relojes. Con lo grande que es, bien podrían ponerle un parquímetro y controlar que no se pase del tiempo. Así conseguirían que no siga hablando de las actividades económicas en Oriente Medio.

lunes, 3 de marzo de 2014

Antes de la manzana



Había reunido cada ítem de la lista: todos los adminículos, esencias, hierbas, sustancias. El aire de su balcón real era invadido por perfumes maléficos que, aún antes de mezclarse, burbujeaban en rencor.

La reina había estudiado con minucia los pasos de la invocación. Sólo una breve ceremonia coronada por el perfume del láudano bastaría para ver a su mortal enemiga hecha añicos. El espectro debía hacer bien la tarea, aquella que el cazador no había podido lograr; aquella que tampoco habían logrado sus otros complots.

Un último verso satánico, una última gota de ajenjo, un último tallo de asfódelo…

Entonces, la oscuridad de esa atalaya respiró magia y la hechicera contempló a aquel ser sobrenatural. Resultó muy distinto de lo imaginado: un ser lumínico, con forma de mujer, que flotaba sobre los restos del brebaje.

–Soy un hada, hija mía. He venido a hacer el bien. ¿En qué puedo ayudarte?

–¿Hada? Pero yo intentaba invocar a una súcubo, a un ser de los siete infiernos.

El hada le dirigió una mirada extrañada. Pronto, sus pestañas tradujeron una expresión de súbito entendimiento.

–Debiste confundir la cantidad de ajenjo, o la madreselva por valeriana. La frontera que separa las invocaciones satánicas de las benignas es muy débil.

Y desapareció.

La reina, iracunda, lanzó al fuego un torrente de agua que materializó de la nada con sus poderes. Hastiada, optó por encantar una fruta y tomar las cartas en el asunto por sí misma de una vez. Mientras ella iba al encuentro de la malnacida de Blancanieves, pensaba en lo que sería de su vida y cómo sería vista por la posteridad. 

Injusta es la historia con los villanos, eso es sabido. Tanto es así que ni siquiera le atribuirían haber sido pionera en realizar llamadas al número equivocado.

jueves, 13 de febrero de 2014

Resabios de la Asamblea General Constituyente



Una amiga me dijo que no me podía entregarme unas copias que yo necesitaba con urgencia. Le pregunté si no era posible enviar a uno de sus múltiples esclavos victorianos, ahora que tenía plata de sobra por su nuevo trabajo.
–No puedo –contestó al otro lado de la línea– me reclamaron obra social.
–Y los echaste…
–No, les ofrecí OSDE. Se escaparon del garaje por la noche.
–Ah, ¡Y  ahora tenés garaje!.
Luego de un breve silencio para pensar una contestación clausurante, dijo:
–Para ser  esclavista hay que ser terrateniente. Las cosas a medias nunca me funcionaron. Pero parece el blanqueo de personal, tampoco. El mundo es ingrato.
".