Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

martes, 26 de agosto de 2014

Demasiado malvada para ser nombrada

Tengo una amiga y es mala. No, no es una mala amiga sino mala. Mala del tipo de villanas que se ríen con el alma (y que te hacen temblar el alma cuando se ríen).

No es del tipo de maldad que viene y te habla con muchos diminutivos. Tampoco del que arma circuitos ingeniosos para criticar al que no está presente. No, es diferente. No sabe planificar ni dar muchos rodeos con estas cosas. Sí merece ser catalogada de “bicha”, pero porque te impacta con sus verdades como una pared lanzada a velocidad de bólido contra uno.

Es mala. Mala de las maldades que se irradian. Ella vive en una ciudad al norte de la mía, y ya determiné que todo lo que cruza ese límite es la zona de influencia de mi amiga. Habría que colgar un cartel en la ruta hacia su reino que diga “Keep Out si no querés conocer las profundidades del verdadero abismo”. Creo que hasta los GPS llegarán a temerle con el tiempo. No hay geopolítica que contenga su bichez: no se la puede encerrar con el muro de un country. Es ambiciosa: si le inauguran un distrito propio, va a querer una provincia. Si le dan una provincia, no para hasta el continente. La verdadera malvadez no puede andarse con objetivos microscópicos (tampoco, por eso, con diminutivos). La malvadez rebalsa como río en crecida llegando a su delta.

Y cuando digo que no es mala amiga lo digo en serio. Cruza su reinado del terror para venir a los encuentros. A veces tengo la impresión de que, si literalmente fuera una hechicera (bruja es una palabra vulgar), dejaría su conciliábulo con caldero y todo para venirse volando a nuestro encuentro (en tren, nunca en escoba porque les tiene alergia, creo).

Me caga a pedos cuando me olvido las cosas: el fernet, el celular, la cordura (bah, me caga a pedos y punto). Si llevé budín a una juntada además del alcohol y no ve la botella, me dice que para qué le pregunto qué llevar si siempre hago lo que se me antoja.

Eso sí, su maldad es selectiva, y hasta podría decir que justa: va dirigida a quien quizá no la merezca pero se la busca. Creo. El otro día cruzamos una calle y una venerable señora tropezó en la vereda de enfrente, al bajar el cordón. Mi amiga no se ríe de la gente que se accidenta en la calle. Yo, que soy un básico para encontrarme con fuentes de risa, me descostillaba; ella dijo “Uy, poble mina” y cruzó la calle para asistirla.

Cuando hay un desconocido en los grupos, en las juntadas, le busca conversación y lo hace sinceramente. Si meses después esa misma persona cae en sus fauces, tendré que concluir que es porque se anotó unas cuantas en contra de nuestra chica.

Ayer me puse a calcular variables: ¿Dónde estaría la responsabilidad tanta irradiación maligna? ¿Serán responsables todas aquellas ingestas de café en épocas de rendir finales? ¿La respuesta a la maldad suprema estaría en la química de la cafeína desmedida? Y aún más preocupante: hoy me reí y me dijeron que me estaba mimetizando con sus carcajadas. ¿Será la respuesta una misteriosa epidemia? ¿Tendré una maldad de la que no me di cuenta? ¿Cuánto tardaré en comenzar a ingerir café y proferir tres invectivas antes de las 3 de la tarde? Lo de mandar a la mierda a la gente ya lo hago. Lo de pelearme una última pelea grosa con las novias que he tenido, también. Me resta empezar a decir que no llegaré a viejo porque me tiraré a las vías del Roca antes de que eso pase y creo que en ese momento se completará la metamorfosis. La risa que hace temblar los vidrios de ventanas y anteojos ajenos ya es un síntoma. ¿Será la risa lo único que me quede de ella cuando se vaya a conquistar otros continentes?
".