Una excursión
al interior
de uno mismo,
librado allí a la intemperie
contenida –¡Paradoja!– en el adentro,
con sus playas de arena mnémica
y edificios en pleno fragmento.
Y allí, hacer frente
en el transcurso del recorrido
al peatón,
a los riscos
al rostro en espejo (pero desconocido),
a la topografía con accidentes,
al hibisco,
a esas palabras que ensordecen,
al paseo sin guía de turismo.