Una amiga me dijo que no me podía entregarme unas copias que
yo necesitaba con urgencia. Le pregunté si no era posible enviar a uno de sus
múltiples esclavos victorianos, ahora que tenía plata de sobra por su nuevo trabajo.
–No puedo –contestó al otro lado de la línea– me reclamaron
obra social.
–Y los echaste…
–No, les ofrecí OSDE. Se escaparon del garaje por la noche.
–Ah, ¡Y ahora tenés
garaje!.
Luego de un breve silencio para pensar una contestación
clausurante, dijo:
–Para ser esclavista
hay que ser terrateniente. Las cosas a medias nunca me funcionaron. Pero parece
el blanqueo de personal, tampoco. El mundo es ingrato.