Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

sábado, 15 de junio de 2013

Acuarelas

A pesar de sus pies, alcohólicamente pesados, llegó hasta los baños. Sentía el maquillaje corrido por su cara y la lejana voz de alguien que la llamaba cuando trasponía la puerta

–¡Sole! ¡Sole!

Se perdió entre compases y acordes pinchados por los dedos del DJ. Las notas cayeron como gotas y ella se tambaleaba.

No reparó en la falta de espejo, no reparó en el blanco dentífrico de los mingitorios. Sole manoteó la puerta mirando un charquito en el piso, que apenas se veía en la oscuridad del boliche. El agua reflejó la puerta al correrse y un nudo de manos diluidas en brazos. Su novio y aquel pibe que a ella tanto le calentaba en secreto, con el pelo hecho un enjambre y una mueca de placer amotinada en las comisuras. De caricias iba el asunto, al menos hasta el momento.

Las manos de ella, antes húmedas, se pusieron como el hielo al ver la escena. En ella surgió un eco freático que se extendió hasta los ojos (entre tanto eco de alcohol en la sangre). Pero todo se resumió en la pérdida de esa sonrisa ebria que llevaba hace rato, que se derramó por donde culmina la expresión de todas las emociones.

***

Meses después, cuando ya iba por la cuarta metida de pata de su novio y el correspondiente perdón por sus “experimentos”, Sole recordó el episodio mientras hacía unos largos en la pileta del club. Pesó que los recuerdos, sobre todo los desagradables, tenían la desafortunada característica de no escurrirse tan fácil como el agua entre los dedos y perderse para siempre.


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