Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

jueves, 11 de octubre de 2012

Tiempo fuera

Tiempo fuera, ahí en el pasto. En horas y media que tenían entre otras muchas horas ocupadas.

En esos días ellos sólo conocían o podían dar cuenta del pasto en aquella plaza. Él apenas registraba otra cosa que a ella, ni siquiera a la comparsa que se la pasaba ensayando en esa isla verdosa dentro de la ciudad. Ella tampoco registraba otra cosa: sólo estaba concentrada en él para decirle algo que no le salía.

En los auriculares de él sonaba Sigurd rós. Entre ellos solía haber silencio, echados en una siesta al sol de plaza poco arbolada. Hasta que llegó la nena que saltaba con la soga.

Martín lo advirtió cuando la soga se le enganchó en el pie, que tenía extendido al final de la pierna y sobre la raíz de un árbol. Victoria siguió el sobresalto de él y avistó a la nena.

–¿Por qué están durmiendo en el pasto? ¿No tienen casa?– preguntó salteándose preámbulos al ritmo de la curiosidad.

Ellos se desengancharon de su abrazo dormido y, al desperezarse, se miraron para ver qué contestaban. Él tomó la delantera con el sopor malaonda que solía presentar cuando lo despertaban.

–Sí, sí tenemos. ¿Y vos por qué jugás a saltar la soga en la plaza solita? ¿No tenés casa?– y se sacó una hoja marrón que le había caído en la panza mientras dormía. Victoria no lo miró tirar su veneno, como siempre que lo hacía. Escondió los ojos en las hojas.

La nena lo miró fijo, pero no tenía expresión; sólo tenía unos 8 años. Pero levantó un dedo acusador que martilló la sentencia: les dijo que no iban a durar mucho juntos. La nena se fue por donde vino; por allí había un músico que dejaba descansar unas notas de saxofón sobre la gramilla.

***
Me di cuenta que con su partida que algo más se había ido. A ella le noté la duda subiéndole por el cuerpo. Casi puedo jurar que se asomó por el bretel caído de la musculosa que tenía puesta pese a que la tarde estaba fresca.

¿Simple neurosis de un chico inseguro?

No sé en qué punto la empecé a notar fría, distante, que ya no respondía. Pero por momentos parecía arrepentirse y volver a ser la de antes. Pero después de eso comenzaban las discusiones y los planteos, siempre por cosas sin importancia.

Se me hacía cada vez más difícil leer algo en su cara. Me ponía a pensar cuál sería la causa del fin anunciado: ¿Otro tipo? No parecía darle bola a ninguno. Pero aunque me lo tragaba me sentía irritado cuando la veía hablando por más de dos minutos con un flaco. Ella se daba cuenta. Como también se daba cuenta de que no me caían bien las amigas que le conocía.

Pero parecía ponerle onda, que quería salvar las papas del fuego. Yo cada vez pensaba más en la nena de la soga y en lo que había dicho.

Y llegó el día en que un desplante mío terminó todo. Le dije que no aguantaba hacerme la cabeza así ya que ella tampoco quería hacer mucho para cambiar las cosas. Me daba la sensación de que ponía distancia en momentos precisos para no hablar nuestros problemas, sabiendo con precisión quirúrgica cuándo y cómo sacarme. Fue a mes y medio después de lo de la plaza y la nena de la soga.

***
Medio año después estaba en la casa de Mariano, un amigo que además era primo de Vicky. Entre idas y vueltas de Malbec vi una serie de fotos que él había sacado. En una estaba Victoria acompañada por una nena de vestido celeste y una soga familiar. Y en otra foto –en escalas de grises y negros– con ella estaba un saxofonista que me resultaba conocido. Mariano me dijo que el tipo tenía una hija y que Victoria estaba haciendo de madre postiza y se había acomodado muy bien a esa idea.

La elegancia de las formas siempre había sido lo suyo. Ay Victoria. Lo mío era la capacidad de reformular constantemente aquellos tiempos fuera lejos del pasto, reformularlos a convenciencia de mis culpas. ¿Sería por eso tanto ardid, tanto esfuerzo elegante suyo? Una forma teatral de cortar, con un manto de silencio sobre los deslices de un chico inseguro. ¿Se habría enterado de mis deslices?

2 comentarios:

  1. Muy bueno che...esas cosas de los chicos.

    ResponderEliminar
  2. Jaja, gracias. Yo diría de los chicos y e los grandes. He conocido gente que le da letra a los pibes para que hagan lo que los grandes no se animan. Total los nenes tienen luz verde...

    ResponderEliminar

".