Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

martes, 13 de marzo de 2012

Cassie: una elegía

Cuando te conocí eras solo una pendeja despeinada. Te maquillabas como si fueras una nena, quizá porque tenías bastante de nena todavía. O no. Eras madura por otra parte. No te importaban esas mechas alineadas siguiendo un pentagrama musical desquiciado. Tampoco la torpeza de ese chico con anteojos como de península de sí mismo.


¿Qué le viste? ¿Te dio ternura o qué? No te daba bola pero le insististe. Algo viste, más allá de su aturdimiento y seguiste, aún cuando sabías que él estaba embobado por aquella mina de fantasía. ¿Te digo algo? Él también me caía bien porque no explicaba las cosas, solo las sentía, como vos. Por eso me quedé siguiendo su historia, deseando que llegara ese momento en que dejaran de bifurcarse sus caminos y coincidieran en las mismas coordenadas. «Si tan sólo ese pelotudo querible viera la mina que sos», me dije como 50 veces cuando llegaban los títulos. Pero él no te presionaba para que comieras y superaras el trastorno. Quizá eso te gustó de el: te desafiaba sin correrte y te dejaba ser tan sincera.



Incluso cuando te rayaste, por la distancia en el mapa y en las miradas, me seguiste gustando. Te pusiste en plan de conchuda y lo cagaste cuanto pudiste; incluso le pusiste su nombre a una babosa y el de la mina que a él le gustaba a la otra babosa. Me dolió ver que por esos días ya no abrazabas a tus amigos con una sonrisa constante, esa que dice «bienvenidos» con dos curvas tan simples. Recuerdo que te pidieron que le des una octava oportunidad; recuerdo que apretándote a una morocha tremenda contestaste «Decile a Sid que lo extrañaba, hasta que descubrí el maravilloso poder de la concha». Más sincericidio, pero al verlo de vuelta fuiste más sincera aún y lo volviste a extrañar. Por tres capítulos estuvieron juntos, pero como también sos trágicamente sensata supiste que llegaba el problema. «Lo que te amo, eso es todo lo que tengo» te dijo él cuando vió el pronóstico asomado en tus cejas. Dijiste que no alcanzaba porque el mundo es mundo y uno no podía bajarse de ese tren. Pero trataste de aprovechar el día.


Cassie: Sid, te voy a querer siempre.
Sid: ¿En serio?
Cassie; sí. Ese es el problema.

Si no tuvieras esa franqueza bruta, con las palabras que sete salen en forma de sincericidio... Si no tuvieras ese encanto etéreo a lo Luna Lovegood para ver lo qué otros pasan por alto... ¿Excéntrica? Un poco, pero no es más que un color que distingue algo en tu sinfonía; o ese puñado de pimienta que nos recuerda que tenemos percepción cuando ya está que se mecaniza. Si no hubieras sido tan Cassie, no me habrías encantado, ni me habrías echo desear haber conocido (y salido) con más chicas como vos. Si no fueras ficticia, esa excentricidad seguramente vendría acompañada de rayes y miscelánea, como me ha pasado con esas chicas de la realidad que algo se parecen a vos. Si no fueras la mejor parte de una buena ficción, tampoco habrías convencido a un cínico para que viera una serie sobre adolescentes londinenses.




Licencia Creative Commons
Cassie: una elegía por Lucas Gagliardi se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en lasacrobacias.blogspot.com.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://lasacrobacias.blogspot.com/.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

".